Antes de pasar a los trucos, hay algo muy importante que debemos tener en cuenta. Los niños cambian sus gustos y preferencias con mucha muchísima facilidad, y de un momento a otro. El lado oscuro de esto es que cuando parecía que habíamos conseguido que coman brócoli, un día, de repente, el brócoli ya no les gusta.
Los éxitos son fugaces pero, la buena noticia es que los fracasos también los son: lo que hoy les parece horroroso, incomible, mañana les encanta. Por eso, el primer consejo es no rendirse y seguir ofreciéndoles las verduras sin miedo. Os sorprenderéis.
No hay nada que les de más satisfacción a nuestros niños que elaborar la comida y poder ofrecerla. Invitar a los niños a la cocina es siempre una buena idea si queremos que se impliquen, aprendan y disfruten de la comida sana. Puede ser un rato de juego y de compartir en familia. Con las verduras es tan simple como pedirles ayuda para escogerlas, lavarlas, triturarlas, echarles sal o presentarlas en el plato y esto seguro que tendrá su recompensa, pues estarán más interesados en probar sus creaciones y muy orgullosos de poder ofrecérnoslas. Que nunca falte ¡un aplauso para el cocinero!
Otro truco, muy efectivo, es añadir huevo. Convertir las verduras cocidas en una tortilla puede significar un gran cambio para ellos, de sabor y formato, que los convierta en devoradores de vegetales. Los niños pueden perfectamente tomar un huevo diario, siempre que sea de buena calidad, es decir, ecológico (con una o dos pausas vegetarianas semanales) y, por tanto, si os funciona, esta estrategia tan humilde puede utilizarse con bastante periodicidad.
No sé quién inventó esta regla pero lo cierto es que funciona. Y establece que, para que un niño acepte o integre un alimento nuevo, hay que ofrecerlo 6 veces (en comidas separadas, claro). La gracia de esto es explicarles a ellos que lo que hoy no quieren probar o simplemente no les gusta, a la sexta vez de probarlo sí que les gustará, como por arte de magia. El gran plus es que, una vez que funciona para un alimento, es mucho más fácil que funcione para el resto: se trata de recordarles nuestra regla de las 6 veces y tomarlo como un juego.
La mayoría de las veces, lo que no les gusta a los niños es la textura de las verduras, más que el sabor. En ese caso, ante la duda, no perdemos nada en cambiar la presentación de nuestras verduras. Podría pasar que a los peques no les guste el coliflor al vapor y que, en cambio, les encante la crema de coliflor. O que la zanahoria rallada les parezca imposible de comer, pero que si la cortamos en rodajas y las hacemos a la sartén a fuego lento, les resulte más dulce y rica. A veces sólo se trata de pasar del tenedor a la cuchara y viceversa. Y las verduras son muy versátiles: se pueden hacer al horno, salteadas con aceite de coco (que les da un gustito dulzón), en puré o crema, al vapor, crudas ¡Sólo es cuestión de probar!
Por último, otra clave fundamental -y que a veces subestimamos- para que los pequeños acepten tomar verduras, es que nos vean hacerlo y disfrutarlas. Como siempre, lo que más aprenden es lo que nos ven hacer a nosotros. Y también muy importante será que les expliquemos lo importantes que son los vegetales para crecer y ponerse fuertes; a ellos les encanta saber muchas cosas y ¡también les encanta crecer y ponerse fuertes!
¡A ver si os resultan estos trucos! Y sobre todo, llenaros de paciencia porque aunque el camino para que nuestros niños se alimenten saludablemente sea largo y laborioso, también es gratificante y es uno de los regalos más grandes que podemos hacerles
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