La verdad es que el contacto de nuestra piel con el sol es fundamental para tener salud y el verano es un buen momento porque estamos más descubiertos de ropas, pasamos más tiempo al aire libre y el sol está más cerca y por tanto nos toca con más potencia. Pero, como casi siempre, en la dosis está la clave y un exceso de exposición -o hacerlo en según qué horarios- puede jugarnos en contra. Veamos un poco más.
Existen muchos (¡muchísimos!) motivos que justifican que pasemos un rato diario en contacto con el sol. Es fácil de constatar: cuando está nublado durante algunos días comenzamos a sentirnos grises nosotros también. Algunos de los motivos que -para mí- son fundamentales y suficientes para incorporar el hábito de ponerme al sol son que:
La vitamina D es una vitamina-hormona que tiene numerosísimas funciones dentro del organismo, tantas que, de hecho, aún se siguen descubriendo nuevas. Por enumerar algunas de máxima importancia, la vitamina D interviene en nuestro sistema inmunitario, en la salud ósea y también ejerce un efecto protector a nivel cardiovascular.
La vitamina D interviene en un gran número de funciones de nuestro organismo, como el sistema inmunitario, la salud ósea y el sistema cardiovascular.
El ciclo de la vitamina D es complejo y, hasta obtener su versión activa, intervienen diferentes órganos. Los depósitos de vitamina D se pueden llenar, para luego utilizar las reservas en los meses en que es más difícil sintetizarla.
Un déficit de esta vitamina se asocia a problemas de salud graves como fatiga crónica, fibromialgia, enfermedades autoinmunes, raquitismo, osteoporosis, entre otros.
Cuanta más superficie de tu cuerpo tengas expuesta al rayo del sol, más vitamina D sintetizarás. No todas las partes son igualmente capaces de absorber rayos UVB, fundamentales para la producción de vitamina D, pero si expones una máxima superficie del cuerpo seguro que estarás facilitando una mayor producción de esta vitamina.
Exponer la mayor superficie posible de nuestro cuerpo al sol garantiza una mayor síntesis de vitamina D.
Las mejores horas para tomar el sol son un tema que aún se cuestiona. Está quien dice que mejor evitar el sol del mediodía por el riesgo de quemaduras y, en cambio, quien defiende que mejor un rato breve cuando el sol está bien alto, pues se estaría optimizando la producción de vitamina D. Personalmente creo que en verano es preferible una exposición más prolongada por la mañana (hasta las 10h u 11h) o por la tarde (desde las 15h o 16h) y en invierno priorizar las horas del mediodía como momento para estar un ratito al sol.
Y aquí hay otro tema interesante: no esperar al verano para exponerse al sol. Tomar el sol es un hábito que deberíamos tener durante todo el año. Con una exposición gradual iremos consiguiendo una protección natural, a través de la formación de melanina. Esto es muy diferente a estar todo el año encerrado y luego pasar dos semanas de vacaciones bajo el rayo del sol, que para la piel resulta mucho más agresivo.
Existe una sinergia, que vale la pena considerar, entre los potenciales efectos beneficiosos de la exposición al sol y algunos nutrientes que encontramos en los alimentos.
Alimentos como el cacao, los arándanos o las semillas de calabaza crean un sinergia que permiten aumentar aún más los beneficios de tomar el sol.
Los alimentos antioxidantes como las frutas (especialmente los frutos rojos) y verduras, las semillas oscuras, el cacao o el aceite de oliva virgen, son ricos en pigmentos que los resguardan de la radiación solar. Por esto, cuando los ingerimos también a nosotros nos funcionan como protectores solares y ejercen un efecto antienvejecimiento. Incorporar este tipo de alimentos en las épocas de mayor exposición solar es, por tanto, muy adecuado para evitar los efectos negativos de la radiación.
Las verduras ricas en vitamina K, como la col, el brócoli, las verduras de hojas verdes, los espárragos o algunas hierbas aromáticas, actuarán en sinergia con la vitamina D sintetizada para el mantenimiento de los huesos y de la salud cardiovascular.
Por último, es importante recordar que existen alimentos que también contienen vitamina D: huevos, pescado azul, hongos. Aunque la mayor producción se realizará a partir del contacto con los rayos UVB del sol, vale la pena tener en cuenta estos alimentos, sobre todo de cara a las épocas más frías o con menos exposición solar.
En conclusión, aprovecha esta época del año para recargar tus depósitos de vitamina D, para disfrutar de la energía y el calor que nos regala el sol y acompaña este hábito con alimentos ricos en antioxidantes.
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