Para comenzar, hay que tener en cuenta que contamos con dos "centros emocionales": el cerebro y el intestino, que es en realidad nuestro segundo cerebro. Ambos se comunican entre sí, y el buen funcionamiento de uno depende del otro. Por lo que debemos aportar su abono nutricional particular si buscamos sumar también bienestar emocional.
Es importante tener en cuenta que con los ritmos tan antinaturales que llevamos, nuestros dos centros acaban agotándose y creando reacciones de carácter oxidativo e inflamatorio a evitar. Estrés, ansiedad, altibajos emocionales, fatiga, depresión, desmotivación, insomnio... son parte del abanico emocional resultado de tal desequilibrio.
Para contrarrestar estos efectos, debemos crear una "despensa de auto-cuidado" en la que no pueden faltar estos aliados de origen vegetal.
Especialmente las crucíferas: brócoli, col lombarda, coles, coliflor, coles de Bruselas, rabanitos, nabo, nabo daikon, rúcula y berro de agua. Todas ellas son ricas en sulforafano, de gran capacidad antioxidante y neuroprotectora, y capaz de mejorar la memoria y aprendizaje. La remolacha, junto con el boniato y la patata morada, tienen acción antiinflamatoria, siendo ricas en pigmentos y vitaminas antioxidantes, que actúan como cofactores en las respuestas neuronales.
Sobre todo aguacate, naranja, granada, arándano, mora, uva y fresa, ya que destacan por su carácter antioxidante y antiinflamatorio. Es preferible consumirlas enteras y ecológicas (especialmente si no se pueden pelar), ya que es en su piel donde se concentra la mayor parte de sus beneficios.
Otra fruta a destacar es el coco, por su riqueza en fibra prebiótica, el alimento favorito de nuestra microbiota intestinal (responsable de la salud de nuestro segundo cerebro y emociones) y de alto poder antifúngico y antibacteriano; un verdadero aliado para casos de disbiosis o candidiasis intestinal (inductoras de emociones como la depresión, insomnio o ansiedad).
El consumo de verduras y frutas en general conlleva unas menores tasas de depresión y ansiedad. Además de las citadas, es importante variarlas y hacerlas parte de nuestra base alimentaria, y no como simple guarnición.
Otro gran aliado es el cacao, pero el de 80% de pureza, para que aporte de verdad beneficios de interés. Es rico en flavonoides y diversos tipos de polifenoles, además de triptófano y magnesio, lo que le confiere propiedades neuroprotectoras, antidepresivas y cognitivas. Eso sí, se ha de consumir con moderación.
Como cereal integral no puede faltar la avena, rica en vitaminas del grupo B, magnesio, triptófano y fibra prebiótica. Aporta saciedad, satisfacción, energía y eleva nuestra felicidad, a la vez que favorece nuestra salud intestinal y neuronal.
Como grasas saludables, el aceite de oliva (omega 9) y las semillas de lino o de chía (omega 3), son esenciales a la hora de garantizar una buena comunicación neuronal (sinapsis) y bienestar intestinal.
Por último, los fermentados de poder probiótico: tamari, miso o vinagre de manzana, arroz o umeboshi. Es conveniente que no estén pasteurizados, de cara a mantener su actividad beneficiosa, que es repoblar nuestra microbiota intestinal.
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