Hablemos un poco de esto, ¿por qué nos atrae tanto este sabor?, ¿son todos los alimentos dulces iguales?, ¿qué podemos hacer para disfrutar de él sin culpas?
Ese deseo irrefrenable por el dulce
Desde nuestro primer momento de vida, el sabor dulce es un reclamo natural que se satisface con la leche materna . Es, por tanto, absolutamente normal y primitiva la búsqueda de consuelo y nutrición en el sabor dulce.
Desde el punto de vista evolutivo , también tiene sentido este deseo irrefrenable por el dulce: los alimentos que tenían este sabor eran los alimentos seguros y densos nutricionalmente , mientras que los amargos escondían toxinas y podían significar una amenaza mortal.
La búsqueda de consuelo y nutrición a través del dulce es algo natural y primitivo, que satisfacemos en nuestros primeros meses de vida con la leche materna.
A veces tomamos un chocolate, cuando en realidad lo que necesitamos es un abrazo. Se trata de un tipo de hambre que no se resuelve comiendo y que suele generar sentimientos de culpa. El hambre emocional comúnmente apela al sabor dulce (no siempre, pero en la mayoría de los casos) porque la glucosa es lo que nuestro cerebro más nos pide (es su principal combustible) y porque es lo que genera la respuesta más inmediata a nivel químico. De hecho, el aumento de glucosa en sangre produce un aumento de endorfinas que nos hacen sentir bien.
La montaña rusa del dulce
La cuestión está en el tipo de comida dulce que escogemos. Si recurrimos a productos refinados , ricos en azúcares y en harinas, nuestro organismo experimenta un subidón de forma rápida que luego se transforma en "bajón" , cuando ese azúcar disminuye, también de forma rápida. Es un bajón de energía y también anímico, que nos llevará a consumir de nuevo este tipo de producto para volver a tener el subidón... y así sucesivamente. Como una montaña rusa que, en el mediano plazo, puede producirnos unos cuantos problemas de salud.